Desinfluencing: la tendencia que cuestiona el consumo digital
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La Generación Z impulsa un cambio hacia compras más conscientes en redes sociales
En medio de un ecosistema digital saturado de productos virales, anuncios y estilos de vida aspiracionales, surge el desinfluencing, una corriente que invita a consumir con mayor sentido crítico. A diferencia de los influencers tradicionales que incentivan la compra constante, los desinfluencers advierten sobre lo que no vale la pena adquirir y promueven un consumo más reflexivo.
Francisco Javier Zamora Saborit, director del Máster Universitario en Marketing Digital y Analítico de la Universidad Internacional de Valencia (VIU), explica: “Vivimos en una época de saturación: demasiados productos, demasiados anuncios y una necesidad constante de consumir contenido nuevo cada día”. Para los jóvenes hiperconectados, comprar lo último dejó de ser un deseo para convertirse en presión.
El desinfluencing no busca eliminar el consumo, sino desacelerarlo. Jóvenes de la Generación Z —y también públicos de mayor edad cansados de la publicidad excesiva— están empezando a optar por productos de segunda mano, cuestionar compras impulsivas o simplemente dejar de adquirir aquello que no consideran necesario. “Es como si alguien dijera en voz alta lo que muchos ya pensaban en silencio. Y eso genera alivio, pertenencia y confianza”, añade Zamora.
Aunque la tendencia corre el riesgo de ser absorbida por estrategias de marketing que simulan autenticidad, también está influyendo en campañas más transparentes. Algunas marcas han optado por mensajes centrados en la funcionalidad real de sus productos y en colaboraciones con creadores que comparten experiencias genuinas.
Para Zamora, el desafío es no confundir sinceridad con estrategia: “El reto está en no confundir sinceridad con estrategia y en seguir preguntándonos para qué y desde dónde se comparte ese contenido”.
Más que una moda, el desinfluencing representa un llamado a reflexionar sobre cómo y por qué consumimos, en un contexto donde los algoritmos y la saturación publicitaria han vuelto automático el acto de comprar. Su avance muestra que hay un público dispuesto a elegir desde el criterio propio y no desde la presión del algoritmo.