La moda ecuatoriana gana protagonismo con identidad propia y busca consolidar apoyo local

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La moda ecuatoriana vive un momento clave: crece en ventas, gana identidad y busca consolidar apoyo local frente al fast fashion. Diseñadores apuestan por sostenibilidad e innovación.

Ecuador es tierra de artesanos, creadores y visionarios. Nuestra diversidad cultural y natural se traduce en moda con identidad propia: colores, texturas y saberes ancestrales que dialogan con tendencias globales.

Si bien el diseño ecuatoriano ya ha demostrado calidad, innovación y compromiso con la sostenibilidad, enfrenta un reto clave: consolidar el apoyo del consumidor local.

En un mundo dominado por el fast fashion —producción masiva y de bajo costo con altos impactos sociales y ambientales—, el diseño nacional ofrece una alternativa responsable y con propósito. Una prenda hecha en Ecuador no es solo un artículo de vestir: es una declaración de principios que prioriza la calidad sobre la cantidad, y la conciencia sobre el consumo desmedido.

La tendencia empieza a cambiar. Según cifras del Servicio de Rentas Internas (SRI), las ventas de prendas de vestir en Ecuador crecieron un 9,5% hasta mayo de 2025, inyectando USD 26 millones a la economía. Para Pablo José Silva Hadathy, director de producción y logística de Ciclo Pasarela, “la moda ecuatoriana está en un punto en el que los diseñadores no solo siguen tendencias internacionales, sino que marcan sus propios caminos inspirándose en nuestras raíces, historias y realidades. Se dirige hacia una etapa con mayor identidad”.

La riqueza de nuestros materiales es un valor diferencial: semillas amazónicas, mullos andinos, tagua costeña, algodón orgánico, alpaca y fibras naturales se transforman en piezas únicas que narran la historia y la geografía del país. “La moda no debe limitarse a espacios privados; debe brillar en los escenarios públicos, donde nació”, afirma Silva.

Diseñadores como Fabrizio Célleri, Lorena Cordero, Santo, Michael Lándivar, Pacha Art, Orrthiz, Nino y Blesk han logrado proyección nacional e internacional con propuestas que van del conceptual al ready to wear, fusionando lo ancestral con lo contemporáneo y apostando por la innovación.

Eventos como el desfile Inmersiva, realizado el 22 de febrero en la estación San Francisco del Metro de Quito, evidencian el interés por crear plataformas para la moda nacional. Fue una experiencia sensorial que combinó arte, tecnología y moda, demostrando el potencial de esta industria como motor cultural y económico.

Para Silva, la clave es generar espacios permanentes que visibilicen el trabajo de nuestros diseñadores y fomenten colaboraciones con artistas, músicos y creativos, potenciando así el intercambio cultural. “Invertir en moda ecuatoriana no solo significa apoyar el empleo local: es rescatar saberes ancestrales, reducir el impacto ambiental y construir identidad”.

Hoy, más que nunca, es momento de reconocer que una prenda nacional no es solo un objeto: es una historia tejida, bordada o cosida con creatividad y visión.

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